En su camino hacia Saltillo, el presidente Juárez
pasó por Venado, Charcas, Villa de Guadalupe y se detuvo unos
días en Matehuala de donde partió el 5 de enero de 1864. El general Mejía se hizo cargo del gobierno en San Luis Potosí.
Sustituyó a los jefes políticos por prefectos y nombró encargado
de la capital, en calidad de gobernador, a Darío de los Reyes. A finales de enero, Mejía abandonó San Luis Potosí para
enfrentar, cerca de Matehuala, a las fuerzas de Doblado y González
Ortega. Mejía fue reforzado por el ejército francés
y obtuvo una victoria total sobre los liberales. Mientras el presidente Juárez, en su marcha rumbo a la frontera,
hacía esfuerzos denodados por mantener entre sus seguidores
el proyecto republicano, los conservadores llevaban a cabo el propósito
de la monarquía. El presbítero Ignacio Montes de Oca
y Obregón, que algunos años más tarde sería
obispo de San Luis y figura muy relevante del clero potosino, recibió el
juramento de Maximiliano como emperador de México el 10 de abril
de 1864, en el castillo de Miramar, en las orillas del Adriático.
Dos meses después, Maximiliano entró en la ciudad de
México, Montes de Oca fue nombrado capellán honorario
de la Corte y a la recepción del emperador asistieron algunos
representantes del departamento de San Luis, como Manuel Espinosa y
Cervantes, Francisco J. Bermúdez, José María Tornel,
Francisco Ontiveros, Octaviano Cabrera, José Sebastián
Segura y José María Flores. Desde su gobierno itinerante, el presidente Juárez nombró gobernador
a Juan Bustamante, propietario de la hacienda de el Salado en la región
del Altiplano. Dos años atrás, Bustamante había
negociado en el este de los Estados Unidos la compra de armamento para
las fuerzas liberales. Justo Sierra comentaba que "el encargo
de Bustamante era tanto más difícil cuanto que, por falta
de recursos, pretendía comprar a crédito, y México,
que carecía de muchas cosas, lo menos que tenía era crédito.
Con todo, la habilidad mercantil de Bustamente, hombre de fortuna y
de mucha influencia en su patria, sobre todo en San Luis Potosí,
hizo el milagro de la improvisación del crédito mexicano". Durante el Imperio, San Luis Potosí fue dividido en dos departamentos
de acuerdo con la ley del 3 de marzo de 1865: Potosí y Matehuala.
Posteriormente, por ley de 16 de marzo de 1865, se dividió el
territorio del imperio en ocho grandes distritos de índole militar,
de los que uno fue el de San Luis Potosí. Un mes después,
el 10 de abril de 1865, se expidió el Estatuto provisional del
Imperio mexicano que dividía el territorio nacional en ocho
grandes divisiones y en 50 departamentos. Para el imperio, San Luis era de nueva cuenta un centro estratégico
de abasto militar. A mediados de julio las tropas del general Castagny
llegaron a la ciudad para emprender, con Tomás Mejía,
la campaña de la frontera en persecución de Juárez.
Castagny avanzó rumbo a Monterrey por el camino de Venado y
Mejía se dirigió a Matamoros, por lo que Juárez
se retiró a Chihuahua. Si bien es cierto que los triunfos militares del ejército de
intervención mostraban la consolidación del Imperio,
la confusión en el ámbito político crecía
velozmente debido a la aplicación de las medidas liberales,
conciliatorias, establecidas por el propio emperador Maximilano: la
revalidación de las leyes de Reforma y el decreto de la tolerancia
de cultos, entre otras. Para 1866 se había generalizado el repudio a las tropas extranjeras
en San Luis. Así lo expresa el conservador Francisco Estrada
en su libro Recuerdos de mi vida: Fui llamado a desempeñar la prefectura [de San Luis Potosí]
que ya se titulaba Alcaldía Municipal. Siete meses y días
estuve desempeñando ese cargo [...] Lo desempeñé en
una época demasiado penosa, porque, por una parte, las exigencias
de los jefes y oficiales franceses que querían buenos y cómodos
alojamientos, mientras los vecinos querían eximirse de proporcionárselos;
ya por la repugnancia que causaba alojar a soldados extranjeros o ya
también por los abusos que varios de ellos cometían. Las fuerzas liberales continuaron luchando en pequeños grupos
por la causa de la república. Para el estado de San Luis tienen
particular importancia los pronunciamientos sostenidos de Aureliano
Rivera en Rioverde, Bustamante en Valle del Maíz y Alaquines
y el general Mariano Escobedo en Matehuala. Manuel Verástegui fue sentenciado a muerte por su relación
con los republicanos; sin embargo, las complejas relaciones regionales
establecidas por él y su familia en distintos periodos políticos
impidieron la ejecución de la sentencia. La revocación
fue conseguida por el propio general Tomás Mejía y el
prefecto del departamento, Darío de los Reyes. El general Escobedo se convirtió en la figura prominente de
las fuerzas republicanas en el estado de San Luis y en el centro-norte
de México. El mariscal Bazaine se trasladó a San Luis
Potosí, en donde concentró las principales fuerzas militares
de la región con el objeto de enfrentar a los republicanos.
En los últimos meses de 1866 se multiplicaron los combates en
Cedral, Matehuala, Santa María del Río, Peotillos y Guadalcázar.
Escobedo recuperaba terreno gracias a su capacidad militar y al abasto
que, proveniente de los Estados Unidos, gestionaba el gobierno de Juárez. A medida que los republicanos ganaban posiciones, las tropas francesas
comenzaron a reconcentrarse en la ciudad de México para evacuar
el territorio. Las tropas conservadoras que en escaso número quedaron en San
Luis Potosí abandonaron la plaza y se refugiaron en Querétaro.
A fines de diciembre de 1866 los republicanos ocuparon nuevamente la
ciudad de San Luis Potosí y quedó restablecido el gobierno
estatal al frente de Juan Bustamante. La posición del emperador Maximiliano era insostenible pero,
al mismo tiempo, insostenible. Por un lado, el apoyo político
y militar de las potencias europeas se había desvanecido y las
propias fuerzas internacionales en pugna le cerraban el camino de regreso.
Por otra parte, ante el fracaso de su política de acercamiento
a los liberales, los conservadores, encarnados en las figuras militares
de Mejía y Miramón, eran su única y desesperada
alternativa. El general Escobedo entró en San Luis al frente de sus tropas
en enero de 1867. Miramón se apoderó por las armas de
la ciudad de Zacatecas, por lo que Escobedo partió a recuperar
la plaza. Entretanto, Juárez salió de Zacatecas y se
dirigió una vez más a San Luis Potosí. La presencia
de Juárez ratificaba la situación estratégica
que esta ciudad tenía para la causa republicana. Aunque se hicieron
preparativos para una visita del emperador, éste nunca llegó a
territorio potosino. Juárez, en cambio, conocía muy bien
la ciudad a donde regresó el 21 de febrero de 1867. El historiador
José Francisco Pedraza registra parte de la relación
de las festividades que tuvieron lugar al arribo del presidente Juárez: "El
pueblo y las autoridades se esforzaron en demostrar al señor
presidente su alta estimación y todos los actos tuvieron una
señalada participación popular; entre ellos causó regocijo
que la fuente del centro de la Plaza de Armas fuera llenada completamente
de colonche en un original obsequio que se hizo a todo el pueblo que
quiso gustar la típica bebida potosina". Sin prestar mucha atención a los consejos del mariscal Bazaine,
Maximiliano, en un último intento por combatir a la república,
reconcentró sus fuerzas y partió hacia Querétaro,
a mediados de febrero, al frente del ejército imperial. Juárez
ordenó a los generales de sus fuerzas el asedio de esta plaza,
con una dotación de 15 000 soldados a los que se unieron otros
tantos en las afueras de Querétaro. El sitio se prolongó 70
días hasta el 15 de mayo, cuando la ciudad de Querétaro
fue tomada por los liberales a cuyo frente estaba el general Mariano
Escobedo. Maximiliano se entregó y quedó prisionero junto
con la mayor parte de sus generales y tropa. Maximiliano, Miramón
y Mejía fueron condenados a muerte y ejecutados la mañana
del 19 de junio de 1867. La sentencia produjo una fuerte polémica
nacional e internacional; en la ciudad de San Luis, donde Juárez
negó el indulto a los prisioneros de Querétaro. Juárez mantuvo su posición hasta el final; sin embargo,
la enorme afluencia de personas y correspondencia que solicitaban el
indulto lo llevó a escribir un documento de 45 páginas,
fechado el 17 de julio de 1867 en San Luis Potosí, titulado
Manifiesto justificativo de los castigos nacionales en Querétaro.
Este texto expresa un sincretismo en el que confluyen ideas políticas
modernas y credos tradicionales que remiten tanto al Antiguo Testamento
como a las mitologías indígenas: "Él solo
excelente, él solo justo y todopoderoso y tierno, es el que
ha dispersado las naciones que como buitres cayeron sobre México
[...] para que sepan los monarcas que el mismo que libró a Israel
de todo mal, es el Dios que santifica y guarda la porción del
Anáhuac". El poeta italiano Carducci —que obviamente
desconocía el contenido de este documento— escribió un
poema que recoge y traduce Primo Feliciano Velázquez. Este texto
ofrece una visión que dramatiza, que busca una interpretación
del sacrifico de Maximiliano con la figura del dios Huitzilopochtli
invocando desde su pirámide: Ven. Ha mucho que te espero. Destruyó mi reino, derribó mis
templos, la ferocidad de los blancos. Ven, devota víctima, nieto
de Carlos V. No a tus infames abuelos, de consunción corrompidos;
a ti quería yo y te atrapo, florido retoño de Habsburgo;
y a la grande alma de Cuauhtémoc, reinante en la tienda del
sol, de ti hago ofrenda, oh puro, oh fuerte, oh bello Maximiliano. El fusilamiento de Maximiliano y los principales jefes conservadores
dio fin a lo que estos últimos llamaron el "sueño
del Imperio". Tanto en lo político como en lo social y
lo material, esta gestión conservadora redundó en muy
pocos saldos positivos, entre ellos la instalación de algunas
líneas telegráficas como la que iba de San Luis a México
y la terminación de la catedral de San Luis.
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