Nació en Jonacatepec, estado de Morelos, el año de 1870,
hijo de don José Hermenegildo Aragón y de doña
Victoriana León.
Hizo, cuando menos en parte, la instrucción elemental con don Cándido
Díaz, filipino mestizo, hijo de un capitán del ejército
español nacido en Granada y de una tagala de las Islas Visayas, y que
poseía sólida instrucción adquirida de los jesuitas en Manila
y Hong Kong.
Don Agustín ingresó a la Preparatoria el año de 1884. Su
avidez intelectual, su pasión por saber más le impulsaba a seguir
ramas de conocimiento aparentemente diferentes y dispersas. Cursó durante
dos años Medicina; estudió Derecho Mercantil y Constitucional en
la Escuela de Comercio, y en la de Jurisprudencia Derecho Penal, pero al fin
ingresó en la Escuela Nacional de Ingenieros, donde obtuvo los títulos
de topógrafo e hidrógrafo, y después los de Astronomía,
Geografía y Geodesia, Minería y Mecánica. Si de ingeniero
fue su título profesional, si la ingeniería fue su profesión,
no fue su vocación. De aquélla lo que más le importaba eran
las matemáticas, y, más que las matemáticas, lo que éstas
tenían como fundamento filosófico de acuerdo con Cote, a cuyas
doctrinas fue siempre fiel.
Fue profesor por oposición en la cátedra de Mecánica y Cosmografía
en la Escuela Preparatoria. En la Escuela de Ingenieros dictó las cátedras
de Matemáticas superiores y de Economía política. En el
Colegio Militar la de Física experimental. En la de Agricultura y Veterinaria,
de la que fue director, enseñó Meteorología, Climatología
e Historia Natural agrícola del ganado mayor y menor.
Fue muy estimado en la administración del general Porfirio Díaz.
Colaboró en la obra monumental llamada México y su evolución
social. En el Congreso fue diputado por su tierra natal. En la comisión
de límites entre México y Estados Unidos trazó el paralelo
37º 47 de latitud, frontera de nuestro país según el tratado
de La Mesilla. Más tarde se distanció del gobierno, a pesar de
que, de acuerdo con el pensamiento filosófico de principios de siglo,
era considerado en teoría como perfecto.
Su vida pudo estar ensombrecida, cuando por cambios de ideas filosóficas
paralelas a cambios de ideas políticas, el positivismo era objeto de duros
ataques. Se repetía que la ciencia elaborada según ese plan en
México, "estaba reducida a una enseñanza muerta" y era
como elemento mágico dentro de la política del Partido Científico.
Entabló célebre disputa con el Ateneo de la Juventud, en el que
actuaban Antonio Caso, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, José Vasconcelos,
Alfonso Cravioto y otros. La Revista Positiva editada por don Agustín
contenía una serie de artículos en que se pedía la supresión
de la Universidad recién fundada, cuyos fines y estructura no estaban
acordes con el pensamiento comtiano. Se le refutó en largos escritos en
los que campeaba un estilo duro y agresivo. Téngase en cuenta que en 1912
era el estilo que se usaba, en la prensa, en la tribuna y aun en la cátedra.
Don Agustín, impasible, sereno, permanecía inmune a los ataques
a su pensamiento filosófico y siguió su conducta con una lealtad
para consigo mismo que muerto le honra.
Su vida intelectual siguió tan intensa como siempre, aunque fue ajeno,
oficialmente, a las actividades universitarias.
Ingresó a la Academia Mexicana en calidad de correspondiente el año
de 1939, y pasó a miembro de número el 6 de mayo de 1947. Su discurso
se intituló El habla popular en mi comarca, modelo de estudio en su género,
por su precisión y claridad. Por cierto que en su discurso menciona, como
de paso, un nuevo poder en el ámbito científico y social, la pedantocracia.
Repetía que lo característico del habla real es, o debe ser, que
la entienda todo el mundo. "No hablamos ni escribimos para quienes lo hacemos,
sino para otros; y lo esencial en las relaciones sociales es que se nos comprenda.
La creación de las palabras nuevas, de los términos que faltan,
mana de la espontaneidad popular, porque el idioma, como la moneda, sirve a todos,
y todos cooperamos a formarlo y enriquecerlo si la necesidad de efectuarlo está claramente
manifiesta... Aplaudo y secundo el empeño de las respetables academias
en su tentativa de atajar un daño efectivo e innecesario; ya que abundan
las innovaciones cursis, los estériles fanatismos, los odios encendidos,
los agitadores que perturban con sus gritos en las plazuelas; y que, asimismo,
frente a las piquetas demoledoras, debemos presentar las excelencias de nuestra
cultura en los más variados aspectos de la vida social y ciudadana mayormente..."
"Nuestro rico idioma -dice más adelante- conserva la fraternidad
con el resto de la América Española y con España. A tales
herederos fervientes en el Nuevo Mundo del hablar castellano, quisiera dirigir
una alabanza idónea para conmoverlos, o de acentos en armonía con
sus comuniones fraternales, para que sintiesen mi cálido espíritu
simpático y el anhelo cordial mío de que no pierdan en su alma
lo que ésta tiene de española..."
Don Agustín fue presidente de la " Sociedad Científica Antonio
Alzate", convertida en Academia Nacional de Ciencias. Su manera de ser,
digna, enérgica y bondadosa, amable, comprensiva, era patriarcal, bíblica,
y así fue hasta ya cercana su sensible muerte acaecida en México
el 30 de marzo de 1954.