A mediados del siglo XIX, México enfrentaba un problema político:
consoliadarse como nación soberana e independiente. Las pugnas
por el control del gobierno entre los grupos conservadores y liberales
impedían la construcción de instituciones sólidas
y permanentes, que desembocaron en periodos constantes de anarquía
e inestabilidad nacional.
En abril de 1853, el general Antonio López de Santa Anna, apoyado
por el grupo conservador, asumió la Presidencia de la República
por enésima ocasión. Santa Anna no tuvo límite
alguno para ejercer el poder con facultades omnímodas, siendo
elevado a rango de Alteza Serenísima. Su gobierno se caracterizó por
vulnerar las libertades públicas, destituir a funcionarios y
perseguir -hasta lograr su exilio- a destacados lliberales, así como
por la centralización del poder en su persona.
En su exilio en Nueva Orleans, Benito Juárez, Melchor Ocampo
y José María Mata, entre otros, esperaban el momento
oportuno para regresar a México para iniciar la lucha contra
el dictador.
Su evaluación de la vida política no era equivocada.
Eran conscientes de la existencia de la inconformidad social y del
orígen de un movimiento de rebelión. El gobierno centralista
entraría en un conflicto que evidenció los enormes agravios
hechos a la Nación.
La manifestación del descontento popular se expresó el
1º de marzo de 1854, cuando en la hacienda La Providencia, localizada
en el estado de Guerrero, el coronel Florencio Villarreal hizo un llamado
para terminar con la dictadura, mediante la promulgación del
Plan de Ayutla, en cuya formulación participaron figuras como
Juan Alvarez, Ignacio Comonfort, Trinidad Gómez, Diego Alvarez,
Tomás Moreno y Rafael Benavides, todos ellos jefes militares
de tendencia liberal.
El referido documento como propósitos fundamentales señalaba
la destitución del dictador y la designación de un presidente
interino que convocara a un Congreso Extraordinario, el cual tendría
el carácter de Constituyente, para organizar al país
como República representativa y popular, creando una ley fundamental
adecuada a las necesidades y características de la Nación.
El 11 de marzo de 1854, Ignacio Comonfort propuso algunas modificaciones
al Plan original con el consentimiento de todas las fuerzas rebeldes,.
Así quedó manifestada claramente la indignación
pública hacia el gobierno santanista, con lo cual dio inicio
la Rebelión de Ayutla.
Juan Alvarez e Ignacio Comonfort fueron los jefes más notables
del movimiento subversivo. El primero, como destacado general brigadier
de amplia experiencia militar y exgobernador de Guerrero; el segundo,
estupendo estratega, quien en la inercia del movimiento antisantanista
adquirió el carácter de general en jefe de las tropas
de Michoacán, a cuyo mando tomaría las plazas de Zapotitlán
y Colima.
Al enterarse del levantamiento, el presidente López de Santa
Anna encabezó la tarea militar de aniquilarlo, creyendo que
se enfrentaba a una revuelta menor. Sin embargo, en su intento de apoderarse
del puerto de Acapulco fracasó, cuando Comonfort se resguardó en
el Castillo de San Diego y derrotó su ofensiva. Después
Comonfort partió hacia Estados Unidos en busca de recursos económicos
y armamento para el movimiento revolucionario.
Al mando del general Juan Alvarez, y al regreso de Comonfort, con
un abastecimiento de recursos militares importantes, el movimiento
opositor al general Santa Anna adquirió mayor fuerza y penetración,
extendiéndose hacia los estados de Nuevo León, Tamaulipas,
Michoacán y Jalisco.
A mediados de 1855, una vez derrotadas las fuerzas santanistas, las
plazas de Jalisco y Colima fueron ocupadas por los grupos rebeldes,
victorias con las cuales podía considerarse triunfante el Plan
de Ayutla. El 9 de agosto del mismo año, Santa Anna abandonó la
Ciudad de México; días después redactó un
manifiesto en la ciudad de Perote, por medio del cual renunció al
cargo de presidente de la República.
Con la proclamación del Plan de Ayutla se inició el
período que culminaría con la organización del
Congreso Constituyente de 1856, y con la promulgación de la
Constitución Política de 1857, texto constitucional que
estableció los principios políticos fundamentales que
rigen la vida ciudadana del país. El Plan de Ayutla plasmó el ímpetu
del pueblo mexicano para limitar el abuso del poder y terminar con
la violación de las garantías de libertad, pensamiento
y acción, y representó un esfuerzo colectivo en la búsqueda
y establecimiento de una Nación más justa, libre y soberana.