Aun cuando el interés por el patrimonio viene de lejos, a partir de mediados del siglo XX se manifestó un celo creciente por el patrimonio, tanto nacional como mundial. Numerosas reuniones e investigaciones de expertos se afanaron en definir los distintos bienes que han de considerarse parte de este concepto e imaginar acciones constructivas dedicadas a su protección y salvaguarda.
Los sectores culturales y científicos de las naciones, y la UNESCO en el ámbito internacional, propusieron nuevas formas de catalogación e inventario de los distintos patrimonios, y un abanico de normas dedicadas a su protección y mejor conocimiento. De esa intensa inquisición resultaron las leyes, normas, resoluciones y políticas internacionales, nacionales y regionales que hoy intentan frenar su deterioro e impulsar estrategias dedicadas a su conservación. Otro resultado de ese interés sostenido es la aparición de definiciones que amplían el concepto que se tenía de patrimonio y obligan a crear nuevas reglamentaciones para protegerlo. Así, unos autores consideran que el patrimonio natural puede definirse como “el conjunto de bienes y servicios que constituyen la base biofísica del sostenimiento de la sociedad”, es decir, consideran que este patrimonio es “el capital natural o la base de recursos naturales que hacen posible la reproducción de la sociedad y garantizan su mantenimiento en el largo plazo”.
Por otra parte, el patrimonio histórico se ha descrito como el conjunto de testimonios (materiales y orales) que se preservan en la memoria colectiva de una sociedad, y que mediante su análisis le permiten reflexionar sobre su pasado, tomar conciencia de su presente y al mismo tiempo proyectar su futuro. Quienes se ocupan del patrimonio cultural lo definen como “el conjunto de los productos artísticos, artesanales y técnicos, de las expresiones literarias, lingüísticas y musicales, de los usos y costumbres de todos los pueblos étnicos, del pasado y el presente ”.
Sociedad, tierra y legislación
Legislación y políticas hídricas