La música veracruzana es un territorio habitado por las más diver- sas presencias sonoras que van del bolero, al danzón, la rumba, el son, pasando por el canto negro, el pop, el rock y el jazz. En ella se resume la aspiración de un gozo sensorial y ritual que nos invita al lamento más hondo o la alegría del cuerpo expresada en la danza. A pesar de ser tan familiar y vivencial se discute poco acerca de su historia, prácticas, educación musical y desafíos. En este sentido, la presente obra revisa el tema desde sus más polifacéticos matices. En lugar de explicar cómo la música puede ser un factor identitario, elige complejizar y hacernos re exionar en torno a la falsa puerta llamada “identidad musical”. No es un catálogo de rígidas de ni- ciones pues lo que hemos aprendido de la vida y la música es que en ellas reina el movimiento.